
El caso, que al medio día Vicenta, la madre de Vicente (a la que Lucía llama desde siempre, y cariñosamente, Pepita) nos invitó a una buena cacerolada de caracoles. Raro, porque solo le había insinuado unas treinta y cuatro veces que lo hiciera.
Y es que mi madre, como buena cordobesa, hacía unos caracoles (para un bar que teníamos) de rechupete, y los echo de menos, dime baboso.
Pero ahí está la Pepita, que también los hace de locura.
Total que acabamos con la barriga llena de cuernos entre jijises y jajases.
Por la noche nuestro buen amigo Mikeló nos invitó a una "bacallada", pero lo contaré mañana, porque la historia lo requiere.
¿Podéis adivinar de qué era la olla que había de primer plato?
Veeeeeeeeenga más cuernos.
¿Quién los echaba de menos?
Eso me pasa por lissssto... espero que lo de "de lo que se come se cría" sea pura leyenda urbana
Te van a salir los cuernos por la orejas!!!!!!
ResponderEliminarAhora me doy cuenta del comentario, lo de las orejas. Kño...Uffff
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