La segunda
Antonia, mi madre, llevaba un par de años intentando librarse de la segunda operación, pero, a la pérdida de equilibrio ya se iba sumando una prácticamente nula audición, síntoma de que el tumor que le quedaba seguía creciendo, por lo que había que entrar en quirófano lo antes posible.
La operación larga, como la primera. Y de esta salió peor (que ya es decir) que la primera: sordera total, descuelgue facial (que se sumaba al anterior), movilidad muy, muy limitada, incapacidad para masticar (comida liquida el resto de su vida).
A pesar de nuestros intentos por ponerle ayuda en casa era casi imposible para todos mantener una vida normal. Por lo que al final, muy a pesar nuestro, la tuvimos que trasladar a una residencia.
Ahora sigue allí y vamos a menudo a visitarla para que se sienta como en su casa, cosa difícil. A pesar de ello, de todo lo que lleva encima y de estar quedándose ciega, conserva intacto el sentido del humor (de la familia) como antes de las dos operaciones.
La prueba
Nuestra maldita prueba de genética se retrasó tres años más de lo normal (5 en total) por un problema burocrático (se perdieron papeles, cosa extraña en este país).
Cuando llegaron el resultado fue que mi hermana estaba limpia y yo tenía el maldito cromosoma 22 alterado.
Definitivamente me decidí a hacerme una resonancia magnética y le llevé las pruebas al mismo cirujano que operó a mi madre las dos veces.
Al colocarla en la mesa de luz aparecieron los dos tumores de la NF2.
Fue uno de los peores instantes de mi vida.
El cirujano cogió el bolígrafo y la agenda y me dijo que había que operar enseguida, que cuando me parecía bien.
Respiré hondo y le dije:
No, me lo tengo que pensar.
Esa decisión cambió mi futuro.
(to be continued)
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lunes, 20 de abril de 2009
domingo, 19 de abril de 2009
Rebobinando II. La primera operación familiar
La neurofibromatosis del tipo 2 (existe otra más agresiva con más secuelas externas) tiene el capricho de crear tumores benignos por el cuerpo, principalmente por la columna vertebral y a los lados del tronco cerebral. Estos dos últimos reciben el nombre de "neurinomas del acústico".
Antonia, mi madre, llevaba años con problemas de vértigo. En un hospital de Barcelona, de cuyo nombre no quiero acordarme (pero rima con "cínic") le dijeron que era por un tapón en el oído, mira qué bien !.
La caída que sufrió sirvió para saber la verdad de sus vértigos, aunque mejor hubiera sido que en el hospital hubieran tenido razón con el "taponcito".
Otro capricho que tienen los dos neurinomas es que mientras más crecen más oprimen el tronco, además de notar pérdida auditiva por presionar el nervio.
Por ese motivo, y al tener los tumores un tamaño considerable (más de 2 cm) había que operar con urgencia.
Las operaciones de neurinoma son largas, hay que raspar bien el tumor para que no quede rastro (como pasa en todos los tumores). Al estar el nervio oprimido es fácil llevárselo por delante al raspar y perder la audición.
Y así pasó en esta primera operación. Además de perder el oído, tuvo descuelgue facial y quedó tocada del equilibrio. Fue como ponerle 10 años encima. Un desastre para una mujer de su edad (60). Podía haber sido peor. Y lo fué la siguiente.
El neurocirujano nos recomendó a mi hermana y a mi hacernos la prueba de genética.
Una prueba lenta. En nuestro caso muy lenta. Lentísima.
(to be continued)
Antonia, mi madre, llevaba años con problemas de vértigo. En un hospital de Barcelona, de cuyo nombre no quiero acordarme (pero rima con "cínic") le dijeron que era por un tapón en el oído, mira qué bien !.
La caída que sufrió sirvió para saber la verdad de sus vértigos, aunque mejor hubiera sido que en el hospital hubieran tenido razón con el "taponcito".
Otro capricho que tienen los dos neurinomas es que mientras más crecen más oprimen el tronco, además de notar pérdida auditiva por presionar el nervio.
Por ese motivo, y al tener los tumores un tamaño considerable (más de 2 cm) había que operar con urgencia.
Las operaciones de neurinoma son largas, hay que raspar bien el tumor para que no quede rastro (como pasa en todos los tumores). Al estar el nervio oprimido es fácil llevárselo por delante al raspar y perder la audición.
Y así pasó en esta primera operación. Además de perder el oído, tuvo descuelgue facial y quedó tocada del equilibrio. Fue como ponerle 10 años encima. Un desastre para una mujer de su edad (60). Podía haber sido peor. Y lo fué la siguiente.
El neurocirujano nos recomendó a mi hermana y a mi hacernos la prueba de genética.
Una prueba lenta. En nuestro caso muy lenta. Lentísima.
(to be continued)
lunes, 23 de marzo de 2009
Rebobinando I. El principio
Erase una vez, hace unos diez años, en una adoquinada calle de Sant Feliu de Llobregat una mujer de unos sesenta y pocos de nombre Antonia. Su marido falleció hacía otros tantos y la única herencia que le dejó fue su anciana madre con la que convivía a lo "no puedo vivir sin ella, pero con ella tampoco". Sus hijos, Pepe y Tere se habían emancipado, ya grandecitos, y vivían lejos del Carrer D'En Serra. Los vecinos la veían como una buena mujer, y, como toda la familia Torres, con mucho sentido del humor, aunque también mucho carácter. Su pasión era la cocina y no era de extrañar que al picarle a la puerta te regalara una croqueta. Siempre tenía algo para los más pequeños. Los niños del bloque la llamaban sabiendo que se llevarían algún caramelo a la boca. Un mal día, saliendo del ascensor, tropezó, golpeándose en la cabeza. Rápidamente la atendieron los vecinos, pero al ver que la cosa pintaba mal, llamaron a una ambulancia que la trasladó al hospital de Bellvitge, donde llegaron sus hijos rápidamente. En principio no parecía nada grave, pero un médico más observador vio algo raro en el TAC.
Esa rareza tenía nombre y apellidos, más raros todavía, que nos acompañará el resto de nuestras vidas:
Neurofibromatosis Múltiple Tipo 2.
Esa rareza tenía nombre y apellidos, más raros todavía, que nos acompañará el resto de nuestras vidas:
Neurofibromatosis Múltiple Tipo 2.
To be continued ...
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