Día 699. Una vez al año, hace daño

Sólo había una razón para no hacer post ayer.

Se cumplían dos años de una mala fecha, y no pensaba celebrarlo.

Ni siquiera el cumpleaños infeliz que hice el año pasado.

Dos años de condena, dos años que quedé sordo.

Si, lo sé, podía haber sido peor y estoy implantado, pero eso lo agradezco el resto del año.

Ayer tocaba protesta y así lo hice, expandiendo mi silencio hacia vosotros.

Dos años de escuchar artificialmente, de perderme en las conversaciones.

De no gustarme el último disco de mi artista favorito, ni de ninguno.

De ser esclavo de los malditos subtítulos.

De no emocionarme con las retransmisiones deportivas.

De no saber de qué se ríen.

De envidiar al que tararea.

De subir y bajar en la montaña rusa del entendimiento, a merced del capricho de un cable guía sarcástico y de unas maléficas impendancias que llevan un año riéndose de mi lucha.

Este año, irónicamente, lo he pasado sordo, esperando paciente a mi reconexión y a una nueva batalla que empezará pronto.

Pero hoy, y prometo que sólo hoy, quiero acordarme de ese sentido que perdí, y que tanto echo de menos.

Mi oído.

Mi última foto como normoyente