Día 1199. Ceferino o el detective sin nombre.

Esta mañana en el metro no podía quitarme de la cara la sonrisa.

Y dirás: ¡ Cómo te pasas, Pepe ! ¡ Pobres merengues !
Y diré: También, pero no va por ahí la cosa.

El caso (resipiente...) es que me troncho con la última novela de Eduardo Mendoza, "El enredo de la bolsa y la vida".

Es el cuarto de la serie de este personaje sin nombre, aunque algunos lectores dicen que le llaman Ceferino, pero Mendoza insiste en que sigue sin él.

Ceferino, para los que no habéis leído ninguna novela de la serie (que comenté aquí en sus días: El laberinto de las aceitunas en el311, El misterio de la cripta embrujada en el 413 y La aventura del tocador de señoras en el 430) es un ser miserable, esperpéntico a más no poder y cutre, muy cutre, que se ha pasado media vida encerrado en un manicomio.

Menkantan estos personajes mezcla de humildad, locura y perspicacia, abanico (locomía) en el que entran Fermín (de las novelas de Zafón), Colleja (el de "cordero") y si me apuras (no mucho, que messi irritaCLONC la barba, kicir) hasta el Pomponio, el Gurb, el inspector Méndez e inclusive un servidor.

Pero, como dice la canción ketamera, no estamos locos, que sabemos lo que queremos.

Volviendo a Cefe, la trama de las novelas se basan en la resolución de algún caso policial gracias a sus pesquisas, y en eso es único. Porque no creo que exista un inspector capaz de llevar a cabo las investigaciones como las hace él. Igual se viste de mujer (con más parecido a un travesti de muy bajo presupuesto) que pasa por inspector de hacienda.

Su cuñado, en el tercer libro, le pone una peluquería, por llamarla de alguna forma, porque no tiene dinero ni para champú.

En este cuarto libro, se hace amigo (o más bien "en viceverso") de la familia Siau, los chinos del bazar de enfrente, que añade unas cuantas risas adicionales. Esta mañana se me ha escapado una en el metro, cuando una personaja (no encontré el femenino de personaje) muy lagarta intenta sonsacarle información al pobre Ceferino en su "peluquería", a base de ponerse allí mismo en ropa interior (total, apenas entra nadie). Son sorprendidos por el abuelo chino que, al irse la moza en cuestión, le suelta: "si yo no llegar, usted mojar melindro".

Ceferino es tan astuto en sus casos como despistado en sus labores cotidianas. Así, puede salir a la calle a hacer Taichí con el padre Siau, sin darse cuenta de que no se ha vestido y va en pelotas. O pasar por delante de los Siau que les hace una reverencia y él devolverla sin acordarse que lleva un cactus en las manos.

Tenías ganas de volver a leer un Mendoza de estos. Tanta que, empapado de la astucia de Ceferino para pasar por lo que no es, me ha pasado esta nérdota esta mañana en el metro que aquí paso a relatar:

Iba yo leyendo el susodicho, cuando han entrado un par de mozas que se han colocado junto a mi persona. Me he fijado que una me lo miraba. Kicir el mp7.

Cuando me iba a bajar, le he dicho, muy serio, a una de ellas: "Perdona, cierra el bolso, que esto es el metro", y la otra me lo ha vuelto a mirar (el mp7) supongo yo que creyendo que era un policía de la "secreta", algo que los gitanos del barrio de La Mina ya le han preguntado a Lucía alguna vez. Supongo que mi altura y mi gesto serio tiene que ver en ello.

Total que me he quedado con las ganas de decirle a las mozas:

- "Subinspector Lozano, de la brigada secreta de delitos menores del transporte público de Barcelona, para servirlas en lo que sea menester"



...



CLOOOOONC, ah, creía que no había clonación !