Día 715. Metepatismo

Esta mañana me tocaba visita con la doctora "rehabilitadora", especialidad que nunca sé como llamar (igual he acertao). La que se encarga de llevar el control de la rehabilitación, vaya.

Al llegar a la sala, en la que hay unas 10 consultas, he preguntado en el mostrador en qué puerta era la doctora "M".

El mozo en cuestión me ha contestado muy muy bajito. Le he dicho que no le oía mucho, si me lo podía repetir.

La siguiente frase no ha ganado mucho en decibelios, pero he descifrado un "puerta uno".

Para asegurar el tanto, he preguntado yo: ¿puerta uno?

Y el mozo: Si, puerta uno.

Mientras esperaba en la sala, ha venido el mismo mozo a avisarme de que era en puerta nueve (descubriendo que su voz y su timidez, no daban para más, decibelialmente hablando).

Al dirigirme a la puerta nueve, la secretaria de la doctora "M" me ha dicho algo que no he entendido, con una sonrisa, en la que he entendido un "ya puedes pasar".

Así que he hecho dos toc tocs en la puerta y he abierto (lo cual anula por completo los dos tocs tocs, claro) y me he encontrado con que la doctora tenía visita, que me esperase, díjome. Cagada (con pirdún).

Esta anécdota, siendo rehabilitadora, no va a pasar a más, pero me he imaginado qué hubiera pasado en la consulta de, por ejemplo, urología. Pues que hubiera sido gorda. La metedura de pata, kicir.

Lo que sí he comprobado con mi aumento de veteranía sordil, es que al principio me daban más corte que ahora estas situaciones. Es como un mecanismo que desarrollamos de pasotismo metepatil.

Mi récord, de momento, está en cantar una línea a pleno pulmón en una jugada del bingo en la que no se premiaban las líneas.

¿Y tú? ¿Dominas el metepatismo?