Día 1239. Roces sin cariño.

Por fin terminé la tediosa tarea que se me había encomendado en la agencia.

Se trataba de copiar y pegar 343 fichas con sus apartados, lo que supone más de tres mil cambios de programa.

Un trabajo sucio que alguien tenía que hacer, y ¿quién mejor que un veterano como yo que lleva diez años en la empresa? Pues yo mismo, ¡ adjudicado !

Una de las ventajas de este tipo de trabajo es que no requieren concentración, así que he podido practicar, vía cable rojo, primero con la radio, en programas de tertulia en los que no entendía la mayor parte de las locuciones, pero de muchas de ellas captaba el tema del que hablaban, e incluso de algunos tertulianos con un determinado tipo de voz y de velocidad a la hora de hablar, podía entenderles al 80%. Sirva este apunte como statusquo de mi situación orejil, que ,recuerdo, no tiene nada que ver con la mayoría de cocleatas que visitan este tu blog, pues mi mp7 sólo puede usar la mitad de los electrodos y un nervio auditivo muy dañado.

De vez en cuando me ponía música, de esa que mi cerebro ha machacado una y otra vez, y ahora es capaz de reproducirla incluso sólo imaginándomela a pelo, kicir en "total" silencio: Radio Futura, Supertramp, Michael Jackson,... nada de Lady Gagas ni Justin Biebers a los que, afortunadamente, no tengo el gusto de conocer.

Entre el copy pasteo y la música o radio me he aislado del mundo exterior (más todavía) e incluso de mi mismo, hasta tal punto de que hoy al levantarme de la silla para irme a casa, me he dado cuenta de que no podía andar.

¿El motivo? Pues que, sin enterarme, me he pasado casi toda la tarde con los pies hacia atrás de la silla, apoyados en la punta, seguro que con el típico tic arriba y abajo, para más recalentón interno. Y también de los pieses.

Y, claro, al llevar deportivas sin calcetines, me han hecho una rozadura ambas zapatillas, en ambos dedos de ambos pies, que me acordaba de todo el vaticano cada vez que pisaba.

La solución ha pasado por ir al chino y comprarme, por un leuro, un par de calcetines marca Amporio Hernani, que me han aliviado lo suficiente como para llegar a casa.

Para que luego digan que el roce hace el cariño.

¡ Los cjnes !