Día 1189. Cordero, the history.

Y me acabé el Cordero, después de un mes justo de empezarlo, quitando la Semana Santa, que no leí nada.

Por aquel entonces dije que lo había descubierto por casualidad. Mentí (sin saberlo), porque no creo en casualidades.

Cordero cuenta la historia de Joshua (Jesús, gracias, de nada) desde el año 1 hasta su muerte. Inventada, y con las risas generadas por la personalidad de su mejor amigo, Levi, que lo acompaña en toda la historia.

El autor aclara al final que toda la historia es inventada, pero que se documentó en la época y la hizo creíble.

Y me ha encantao creerla así, ¿por qué no?

¿Qué es la Biblia sino una narración de la que desconocemos qué parte era verdad y cual inventada?

He encontrado, jatetú, algunas respuestas, entre tontería y tontería, y, aunque conocía el final, como al ver Titanic, no he podido dejar de devorar las últimas páginas, por si cambiaba la historia.

Joshua aprendió el predicado, como buen sujeto (un chiste fácil) y lo usó como herramienta de movilización de masas. Estaba convencido de cambiar el mundo, y creamos o no, hay que reconocer que lo hizo.

Antes de él, y después de él han habido otros: políticos como Stalin o Hitler (de los que habló hace poco Eliax), religiosos como nuestro "querido" Papa de Roma o el mismo Bin Laden (que en paz no descanse), ídolos musicales, o televisivos, llámese Belén Esteban.

Todos tenían o tienen su forma de predicar (y sujetar) y todos tienen su público. Hasta yo.

De Joshua me hace gracia la idea del libro de que mucha gente no lo entendía pero lo seguía.

Y había dos razones que nosotros entendemos bien:
- Una porque las palabras no lo son todo, y cuenta mucho la energía (y no me refiero a potencia) con que se dicen. Los sordos en general tenemos un sexto sentido para captar esas energías donde no llega nuestra audición ¿Que no?

- Otra porque hablaba en "parabolés", o sea, que buscaba una metáfora para explicar un concepto. Y había gente que no entendía y/o que interpretaban erróneamente. Aún así asentían. Que es lo que hacemos nosotros cuando no pillamos algo y estamos cansados de "¿qués?" ¿Que no?

Ambas cosas pueden cambiar el sentido de lo dicho, pero no la forma. Me he encontrado con historias de cocleatas en que el normoyente, al oírlos se ha scjnao de risa, porque cada uno hablaba de una cosa. ¿Y? El creer los sordos que se han entendido ya es una forma de comunicarse, al fin y al cabo en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira...

Echaré de menos las historias de Colleja al que todo el mundo que ha leído el libro a la par que yo (algunas lo terminaron, otras van con mucho retraso) le ha cogido cariño, quizá por su sinvergonzonería.

Prometo esta semana escribir un post en parabolés, pero creo que se entenderá todo todo.

No en vano tengo un nombre judío, a la par que estoy jodío.

Quizá mañana, jatetú.