Día 781. Diógenes

Diógenes era el más espabilado de su tribu, porque usaba su cabeza para algo más que partir cocos.

Los demás lo veían como un tipo raro y ensimismado, un friki de la época. Lo llamaban Dió.

Descubrió su innato poder el día que tuvo que salir corriendo para no quemarse las barbas, mientras pedía mentalmente a una zarza que ardiera en llamas. Y lo consiguió.

Se preguntó si podía dejar de envejecer, y se hizo inmortal, mientras veía como sus antepasados iban cayendo uno tras otro.

No quería que nadie descubriera su secreto, que no era más que el poder de su mente, con la que conseguía todo lo imaginable, y entrenaba cada día meditando con el fin de perfeccionarla.

Decidió que quería ser el único del universo con esa virtud, y le dio por inventar distracciones capaces de disuadir al resto de la humanidad de usar la capacidad creativa de los propios pensamientos.

Se levantó un buen día e inventó la palabra. Los seres empezaron a comunicarse unos con otros, a hablar por hablar. Muchos años después estas reuniones donde no se ponían de acuerdo se llamaron debates, y a los que metían cizaña, contertulios. A ese día lo llamó Lunes, por lo lunáticos que parecían algunos.

Vio que todavía había algún ser capaz de pensar, porque le aburrían las tertulias, así que inventó la música. Al principio eran solistas con sencillas melodías, pero la capacidad increíble de los humanos hizo que se reunieran para juntar sus instrumentos y unir los sonidos, creando las orquestas, los grupos y degenerando hasta llegar a Lady GaGa. Como podía ver el futuro, a ese día lo llamó Martes, en honor a Marta Sánchez.

Necesitaba que los hombres y mujeres usaran lo mínimo su cerebro, e inventó la lectura, donde no hacía falta reunirse para distraerse. Al principio eran pesadas tablillas de arcilla con símbolos, poco prácticas porque no había inventado aún las maletas trolley, así que como todavía faltaban muchos años para que llegara el iPad, inventó el papel y los libros. La mayoría de sus inventos con el tiempo iban a peor. En este caso nació, por orden de decadencia, la prensa, la prensa deportiva y la prensa del corazón. Por esta última al día lo iba a llamar "mierda", pero como sonaba feo lo llamó Miércoles.

El cuarto día necesitaba un invento bestial, algo que estuviera constantemente en la cabeza de los hombres. Así que inventó el sexo, y le recriminaron por no haberlo inventado antes. Al noble arte del serrucho se le llamó "joer", y a ese día, Joeves. Y como por efectos colaterales, la humanidad empezó a multiplicarse en exceso, inventó la píldora, pa ella (por eso la paella se sigue haciendo en los bares en joeves).

Como experimento intentó rejuntar todos sus inventos. Ideó un lugar donde se hablara, se escuchara música e incluso a veces acabara en serrucho. Lo llamó discoteca. Las gentes se llamaban para quedar y se decían entre ellos: "Vienes?". Y al día le llamó Viennes.

Sobraban muchas horas al día aún. Se dio cuenta de que su poder mental no era suficiente para mantener las cosas limpias y ordenadas, así que inventó el zafarrancho de limpieza. Por ende, inventó el trabajo. Y se dio cuenta de que no era buen día para inventarlo, así que lo dejó para el resto de los días, de Lunes a Viennes. Y también le recriminaron que podía haberse ahorrado el inventito. 

Y como necesitaba idear algo para ese día, busco la perfección a las distracciones, algo para llenar los textos impresos, para hablar de ello en cualquier sitio. Y creó la televisión y el "Sálvame". Y fue tanto el desgaste mental que no hizo nada más en un año, y lo llamó año sabático, y a este día, Sábado.

Ya estaba todo el mundo distraído, utilizando apenas un 5% de su cerebro, ya podía descansar plácido, por eso al último día lo llamó Domingo.

La humanidad estaba lo suficientemente alelada para que él pareciera todopoderoso a los ojos del resto.

Y Dió no necesitó inventar más, por los siglos de los siglos...