Día 739. El de la intuición

Son detalles.

Sigo igual con mis retumbes y mi volumen alto.

Oigo los ruiditos exageradamente más fuerte que las voces.

Me cuesta un rato de conversación adaptarme al tono de voz de la persona que habla, que acostumbra a acabar antes de que me acostumbre a su textura. De voz, kicir.

Pero dependemos de pequeños detalles, de un pequeño gesto, de una determinada situación para que la bajada de la montaña rusa se transforme de repente en subida.

Cuando ya crees que te vas a dar el hostiazo padre, remontas el vuelo con todos los motores en marcha. Y todo por un detalle.

Llevaba unas semanas preocupado (que NO desmoralizado, eso NUNCA) por lo poco que avanzaba mi orejo tras la operación. Tenía mucha fe en la primera programación, de la que salí oyendo peor que entré.

Pero confié.

MED-EL me decía que mi caso entra dentro de lo normal, que evolucionaría cada día, paso a paso.

Cuestión de fe.

Esta mañana notaba que, aunque no discriminaba bien las voces, lo hacía mejor que ayer. Y peor que mañana.

Una compañera de trabajo hablaba a cinco o seis metros de distancia, y le he entendido una frase. Un detalle insignificante, que para mí es mucho.

Una señal, lo que necesitaba. Y de aquí para arriba.

Quizá sea un presentimiento precipitado, pero tengo buenas vibraciones. Y eso ayuda.

Coincidencia que, después de acabar "La Biblia de Barro" (de Julia Navarro, que rima), he empezado con "La hermandad de la sábana santa" (de Julia Navarro, que no).

Describe como Jesús influía en las gentes para su sanación. No soy católico practicante, aunque respeto mucho a los que lo son. Hay que creer en algo para conseguir resultados. Seguramente ese algo no tendrá los poderes necesarios para llevarte al éxito, pero te hará creer que sí los tiene, y eso es suficiente.

Y yo creo en San Emepesiete.

Sé que voy cuesta arriba, pero la escalada no va a ser fácil.

Si las mujeres son las de la intuición, debo tener hormonas femeninas.