Día 736. Histontorias del metro

Como tengo poco que decir de mi (lenta) evolución orejil, paso a relatarsus las historias tontas (o histontorias) que me suceden en el metro, que se lleva un 10% de mi vida consciente (o casi)

Tropezando
Durante el trayecto ocupo mi cabeza normalmente leyendo (y todavía con "la Biblia de Barro", dime lento), pero el rato de andar entre túneles y andenes tengo que ocuparla (a la cabeza) con alguna tontá.

Como es frecuente que algún convoy (de media noche) haya depositado a sus humanos-meteoritos y me los encuentre a todos en contra de mi dirección, aprovecho para que messi vaya la olla (que rima con CLOOONC) buscando entre las caras a posibles "algo".

Por ejemplo, busco a posibles carpinteros (fácil sobretodo si llevan el lápiz en la oreja), a funcionarios (que normalmente caminan más despacio), a pintores (estos son los más fáciles, sobre todo si van en ropa de trabajo), a vigilantes de seguridad (también son fáciles porque están quietos) o uno que se me resiste: buscar un/a posible espía.

Hoy he buscado al 007 de turno sin éxito, y mientras estaba dentro de mi paranoia (juro que no he cambiado de medicación) y esquivando a los humanos-meteoritos del último convoy (que no es lo mismo que convengo) he notado un golpe en el talón y frío en la planta de un pie.

Ante la imposibilidad de haber llegado al polo norte, por deprisa que andara, he llegado a la conclusión (dime listo) de que no llevaba zapato.

Efectivamente, una señora que me pedía perdón (creo) por haberme pisado, había dejado al aire mi pinrel derecho, ante la sonrisa de los transeúntes (simpáticos) que pasaban.

Decir que no he sentido ningún rubor, todo lo contrario, y es que me encanta arrancar sonrisas, lástima de no llevar mi camiseta de Pepe Sordisas puesta, para que pulsaran en ella.


Dame aaaaalgo
En el trayecto de vuelta, a veces me paro en una tienda de chuches a pillarme una chocolatina que me ayude a llegar a la hora de la cena, dime goloso. En el caso de ayer, una de esas de 4 barritas que sirven para hacer una pausa en tu vida (y que yo no he hecho porque perdía el metro).

Mientras andaba por uno de los túneles de vuelta a casa (buscando al espía) me he encontrado a un pedigüeño en el suelo "trabajando" una de las esquinas. No se me ha ocurrido otra cosa que darle lo que me quedaba de chocolatina, arrancándole una sonrisa (que por cierto no había visto un dentista en su vida, pobrete).

He seguido mi camino y un poco más adelante he caído en la burrada que había hecho.

Resulta que al mocete en cuestión le faltaba una mano y la otra parecía tenerla inservible.

¿Se apañaría para sacar la chocolatina del envoltorio? No podía volver atrás sin volver a pasar por el torno, así que me he ido preocupado por lo mala persona que soy.

Aunque seguro que se ha buscado la vida para comérsela.

No he podido evitar pensar en el macabro chiste de las galletitas, dime KeKab...