Día 723. Pienso, luego existen

Con las costumbres y creencias cristianas me pasa como con los restaurantes chinos, acabé aborreciéndolos por empacho.

Como decía la Jurado, messi rompió el amor, de tanto usarlo.

Y más cuando descubres al cabo de los años las mentiras inventadas para la ocasión. Que si José era el tito José, no el padre. Que si María no era tan virgencita. Que si la fiesta de final de diciembre ya se celebraba antes de la navidad. Que si los reyes magos aparecieron siglos después. O que si Baltasar fue teñido a negro lustros más tarde como un Mickel Jackson inverso.

Pero hoy es una noche de ilusiones para los peques. Y toca creer.

Hoy muchos papás miran los ojos iluminados de sus hijos, clavados en una cabalgata llena de disfraces, sobreactuaciones, luces y maquillaje.

Hoy toca tragar con lo que nos dice nuestra arraigada cultura cristiana y correr a hacer las últimas compras. O las primeras.

Y envolver regalitos, con el papel del chino (de sesenta sentimo), sin olvidar el vale para un más que posible cambio.

Hoy dejaremos comida a los camellos invisibles (los visibles van por el barrio todo el año) y despertaremos al grito de "han venido los reyes" aunque tengamos casi cincuenta añitos.

Hoy algunos nos comeremos nuestra contradicción para no traicionar la tradición.

¿Por un regalo?

No, por ilusión.