Día 656. Oda a un teclado

Me sentía torpe

Y dirás: ¿Y eso es nuevo?
Y no diré ná, porque igual tienes razón

El caso (o suceso) es que llevaba unos días terminando un proyecto que me ha tenido bastante ocupado (y cuya recta final parece no terminar nunca) y me notaba lento.

Miraba demasiado el teclado, no encontraba el insert, ni el supr. Aunque nunca fui a mecanografía, escribo normalmente sin mirar las teclitas, a mi estilo, con todos los dedos pero puestos donde no deberían (ahora me he acordado de JL no me digas porqué).

Esta mañana ya no podía más y tomé una decisión.

Hace un par de semanas compré un teclado y un ratón inalámbricos, en una oferta de MediaMarkt. Realmente no lo necesitaba, funcionaba muy bien con el tradicional de cable (ambos dos, teclado y ratón), pero le vi ventajas, sobre todo a la hora de limpiar la mesa, dime técnico.

Peeeeeeeeero, el teclado era comprimido, kicir, con las teclas de la parte derecha (flechas, números y demases) más junticas.

Claro, acostumbrado al que tengo en el trabajo (también tradicional) y llegar a casa y ponerle la mano encima, me sentía torpe e inseguro (algo así como con una novia nueva cuando eres jovencico)

Volví al armario trastero, y recuperé el viejo, guardado en la caja del nuevo.
El pobre no cabía en la del compacto y se salía por los lados.

Lo liberé de las ataduras, le pasé aire comprimido por entre las teclas, a modo de ducha, le pasé un paño húmedo a él y a su amigo el ratón cableado, y les hice volver a mi mesa.

Ahora estoy escribiendo este post más rápido y sin mirarlo apenas, pero él sabe que le quiero y que le he echado de menos.

En contra de mi ideología de Geek, me he desecho de lo más avanzado tecnológicamente para volver a lo tradicional.

Aaaaayy, si pudiera embalar el mp7 y volver a mi nervio, mi cóclea y mis cilíadas.