Día 637. Atensión

Por cuestión de salud, un familiar muy querido ha de tomarse la tensión a menudo durante el día.

Ayer estuvieron por casa, y nos tomamos todos la tensión arterial con su tensiómetro análogo, el de toda la vida, de la perilla y el auscult... estetascop... cacharro que se pone en los orejos (de un normoyente, si quieres tomarla bien, claro).

Fue en un ambiente distenso, tanto como teniendo una copa de Moët en la mano, una botella que me regalaron (sino de qué) y que guardaba para brindar por una buena causa.

Y me la tomé.
Y la tensión también.
120-80, que en esas condiciones parece que está bien

A pesar de eso, me noto tenso.

Y dirás: ¿eres hipocondríaco?
Y diré: también, pero voy por otro lao

Las distintas situaciones por las que tenemos que pasar los cocleatas hacen que estemos en una tensión permanente.

Ese miedo a no enterarte de algo importante y esa excesiva concentración, influyen en tu carácter como cualquier preocupación lo hace en un normoyente, pero de forma permanente.

Por ejemplo, cuando explicas algo te faltan referentes para saber si estás comunicando bien o no. Si cuentas un chiste, has de mirar las caras, para ver si has hecho gracia. Y si te lo están contando, concentrarte en el final, en el que se tiende a ir más rápido.

Si llega el camarero a tomar nota tienes que estar pendiente de intentar pedir con coherencia sobre el resto, para lo cual a veces has de cambiar tu idea sobre la marcha (hablo por mí).

En general hay muchas situaciones que generan tensión en el mundo coclear, y esto, naturalmente, influye en nuestro carácter, sobre todo unido a los altibajos auditivos y el malalechismo que conllevan.

Dice mi mujer que me estoy volviendo cascarrabias.

Puede ser, y me preocupa.

Así que tengo que prestar atensión para que la tensión no estropee mi pretensión.