Día 583. Todo pasa y todo queda

Pero lo nuestro es pasar, y ellos pasaron.

Hoy se fueron.

Se fueron unos amigos que habían venido desde dentro de la península a este borde junto al mar que tanto me gusta y que se llama Catalunya, sin eñe.

Volvieron a ese interior que también les gusta a ellos pero del que necesitan huir una vez al año, porque allí no hay playa. Vaya, vaya.

Gastaron su paquete vacacional, llevándose en el cuerpo el merecido descanso del guerrero, en la planta de los pies el recuerdo de la fina arena, y en el hígado los mojitos del chiringuito.

Hasta el año que viene.

Y se fue el sobrino.

Después de convivir con él más de dos semanas ya le echamos de menos.

Echamos de menos su sonrisa tonta de quinceañero y su risa contagiosa por cualquier motivo.

Hoy, durante la comida, nos hemos quedado como alelaos sin hablarnos. Faltaba algo, faltaba él.

En la playa no he jugado a palas, y no he practicado dactilológico.

Si, lo echamos de menos, pero sus padres también. No me extraña.

Por eso lo reclamaban desde hace varios días y nos hacíamos los sordos. Yo lo hacía mejor.

Por suerte lo tengo aquí cerquita y lo secuestraré algún finde, porque entre semana ya no podré.

Es lo peor de las vacaciones, que tienen la puta costumbre de terminarse.

Ya lo dijo Joan Manuel, "todo pasa y todo queda", siempre y cuando sean buenos recuerdos.

Al menos yo, los malos intento olvidarlos, que de esos, en vacaciones, tampoco nos libramos.

También dijo lo de "nunca perseguí la gloria".

Yo sí. Iba a mi clase (Gloria) y tenía un buen par de CLOOOOOOONC.

Vaya, en vacaciones también hay sartenes.