Día 348. Juan Sin Miedo

Hoy en Catalunya se celebra San Esteban.

Nosotros repetimos la comida de Navidad de ayer, con los mismos comensales, como si del día de la marmota se tratara, pero en otra casa.

Desde hace unos años nos acompaña Juan, primo de Lucía, o casi hermanos, porque se criaron juntos, compartiendo techo junto a otros dos primos y dos hermanos, en sus primeros años duros en Catalunya, emigrando de Huelva.

La historia de Juan es la historia de un luchador. Una historia que se merece este post.

Hace más de 20 años que lo conozco y desde el primer día conectamos, con él y sus hermanos. Por aquel entonces se dedicaba a la instalación de centralitas telefónicas.

Su padre, el tío Enrique, era un cachondo, que acostumbraba llamarme Fermín. Bueno, a mi y a todo el mundo. Le encantaba llenar su casa de gente y disfrutar de los suyos. Era merengue, con lo que las discusiones en broma de fútbol se repetían a menudo. Un buen hombre.

A Juan le diagnosticaron un tumor en la columna, en un sitio tan cabrón que el acceso era casi imposible. Fue una larga operación de aquellas con público.

Salió con el equilibrio muy tocado y una muleta que le acompaña hasta la fecha.

Se casó y tuvo dos críos, Alba y Jan

La cosa empezó a complicarse, primero porque el tío Enrique nos dejó, tras una larga enfermedad en la que reviví viejos recuerdos grabados a fuego en mi cabeza.

Después se separó, en un largo proceso en el que, con los niños pequeños, “ella” decidió ser egoísta y vivir una vida más fácil.
Tan respetable como incomprensible.

Juan se hizo cargo de los peques y hasta la fecha ha demostrado ser un padrazo, duchándolos, llevándolos al cole y vistiéndolos a pesar de su minusvalía. Eso si, con la ayuda impagable de la tía Juana que también se desvive por ellos.

Una vez al año, al menos, tenemos la suerte de tenerlo en casa, con sus peques, que cada año están más grandes.

Hace años que hacemos bromas con nuestras invalideces. Porque somos unos cachondos. Porque no hay quien nos pare. Porque nadie dijo que esta vida era fácil, pero aquí estamos para echarle un par.

No corras Juan... que no te oigo.