Día 308. In & Out

Aclaro de entrada que el título de los post referentes a películas (que son muchos) no tiene porqué tener relación directa con el tema a tratar, tú ya me “entiendes”.

Hecha esta aclaración, y como diría un adolescente con el clearasil preparao: al grano.

Los lunes voy sólo en el coche al curring, ya que Lucía acostumbra a tener fiesta (ke kaaaab…) y el rato que voy en el coche, acostumbro a reflexionar , y desde Enero pasao, intento aprovechar esa reflexión pa postear posteriormente, valga la rebuznancia.

El tema de hoy era: los gastos.
Pero no los gastos económicamente hablando, no, que yo soy más profundo (aunque también).

Pensaba en lo que gastamos o usamos al cabo de nuestra vida.

Empezando por lo más simple: el aire

Lo consumimos sin darnos cuenta, como con menosprecio, sin saber lo importante que es para nosotros. Tan sólo recordamos algunas inspiraciones especiales que hemos hecho a lo largo de nuestra vida, en forma de inhalaciones forzadas, como si estuviéramos encima de “la roca del púlpito” de Noruega (Chema dará fe).
Del resto de los 350 millones de inhalaciones (calculado sobre 15 por minuto), ni caso. Pobres.

Lo más evidente: el dinero
A lo largo de nuestra vida recibimos y gastamos una cantidad impresionante de dinero que si se nos devolviera al jubilarnos, seriamos millonarios.
De ese dineral, solo nos queda el recuerdo de una parte, en forma de objeto material. El resto pasó por nuestras manos sin más y, aunque una parte se transformó en felicidad y diversión, otra gran parte lo hizo en recibos de la luz, pagos a hacienda y cosas por el estilo, que de divertido tiene poco.

Lo más etéreo: las emociones
Nos pasamos los días pasando de una emoción a otra, de la alegría a la tristeza, del buen rollito al bajón, del llanto al éxtasis. Son muchas las que dejan un rastro, positivo o negativo, pero aún así, la mayoría las hemos consumido sin pena ni gloria.

En cambio con la música, y ahí quería llegar (joé que pesao, a la par que bucólico, que no bulímico) es todo lo contrario o eso parece. La mayoría de canciones han pasado por nuestros orejos dejando una huella que tarda mucho en borrarse y que bastan cuatro notas para volver a recordarla.
La música nos lleva además de un estado de ánimo a otro, e invertimos gran parte de nuestro tiempo en disfrutarla, así como de dinero (porque parece ser que todavía hay gente que compra los cedeses), e influye hasta en nuestro modo de respirar, según el ritmo que la acompañe (juer que cerradico ma quedao el tema).

Con el mp7 la música no se oye igual, es cierto, pero las emociones que puede despertarnos, así como los recuerdos, tienen un valor similar, (cuando no mayor, por el mérito que ahora tiene descifrarla) y el cerebro tira de la información almacenada para rellenar lo que aún no somos capaces de decodificar.
Así, voy aprendiendo que lo mejor es no intentar volver a escucharla como era y dejarse llevar por las notas almacenadas y las sensaciones vividas. Simplemente es otra forma de escuchar música, que sin duda cambiará a mejor cada día.

Una observación final: cuando pierdes un orejo, deja de ser “etérea” y si pierdes el otro, de ser “mona”.