Día 304. La caja de música

Anoche me terminé “el Pomponio”. No me gusta recomendar libros, porque eso es algo muy personal, sólo diré que me ha encantao.
Me da la sensación que Mendoza aprovecha sus libros para dar su opinión sobre cosas triviales como la política (en el de Mauricio) o la religión (en este).
Me ha gustao mucho como desdiviniza y humaniza las figuras intocables de la religión cristiana del siglo… ¿cero? e incluso ataja (esto es publicidad subliminal) los problemas del calendario de la época con un personaje que se hace un lío manejando “tantos calendarios como tienen”.
Pero lo que más me ha llamado la atención es saber que José (o sea, San José) era sordo (joete que no tienes mp7, como no te lo hagas de madera…)
Su esposa María argumenta que su sordera se debe a los estridentes ruidos típicos de una carpintería: martillazos, serruchazos y demases.

Y reflexiono:
Kuñu, mi padre era carpintero, se llamaba José, era (pa mí) un santo y mi madre era tan virgen como María… no seré yo el nuevo Mesías ???

Y reflexiono otra vez, que en la anterior mesaidolaolla y me van a dar tres collejas:
Kuñu, mi padre era carpintero, yo me pasaba muuuchas horas de pequeñajo en la carpintería jugando con las maderas sobrantes (haciéndole muebles a los Madelmans, dime raritttto).
Luego he pasado 15 años detrás de la barra de un bar, con la de desagradables sonidos que ello conlleva...
¿No me habrá hecho eso inmune al ruido?

Y es que con el mp7, de momento, tengo pocos sonidos agradables, lo que JL definiría como pocos sonidos naturales.
La experiencia de los comentakas expertos me indica (y pa eso sirve el blog, además de pa echarnos unos jajases) que esto cambiará, y por eso no me preocupo (no es que me tome la vida a cachondeo, aunque a veces lo parezca).

Existen muchos sonidos agradables (de la música y/o instrumentos musicales, por ejemplo), pero ahora los que puedo definir como agradables, son, generalmente, los más graves: una voz ronca, una batería (pero no de cocina). Con las canciones con mucho bajo (nada que ver con Rocco Siffredi), percusión y voces graves disfruto casi tanto como JL en la mansión PlayBoy (esta misma tarde he escuchado en bucle unas 15 veces el “Oiga Doctor” de Joaquín Sabina).

Hecho de menos 2 sonidos a los que no consigo llegar por mucho que afine el orejo (en mi caso, el artificial): el sonido de una campana y una caja de música (agudos, cómo no).

Cuando hacía meditación reiki con música, escuchaba una canción de tipo “ambient” en la que sonaba cada 3 minutos una campana para avisar del cambio de la posición de las manos sobre los chakras. Ese sonido me causaba una sensación placentera durante unos segundos, llamémosle “el éxtasis campanero”.

Puedes intentar escucharla aquí (yo todavía no oigo bien ni campana ni música):


La otra sensación orgasmoauditiva era una caja de música que me regaló la Tere con el “Fly me to the moon” del Sinatra y que ahora, por muchas vueltas que le dé a la manivela, no consigo entender.

Pero prometo hacerlo pronto, antes de que el hombre llegue, de nuevo, a la luna.

PS: Este mediodía mientras comía he devorado un tercio del "Sin noticias de Gurb", (que ya leí hace muchos años) junto a unos raviolis y un vasito de vino, bueno dos. Y hablando de cajas, me he vuelto a partir la idem.