Día 257. Paralelando

Hoy vamos a paralelar
Y dirás: "Para" qué?
Y diré: para entretenernos un poquillo, ¿no?

Y es que en esto que llamamos vida nos damos kuén a veces de que nos hemos aislado o ido a otra parte, a una especie de mundo paralelo donde dejas de ser tú para ser tu otro yo, seguramente con pocas cosas en común.

Esto sucede en muchas ocasiones, voluntarias o in-idem, de las cuales paso a describir algunas, aunque seguramente hay muchismas más que alguien comentakará.

Sueños:
Los que se acuerden de ellos se habrán visto a sí mismos en miles de entornos, parecidos a éste en muchos personajes pero con diferencias notables.
Se han querido interpretar de muchas formas, pero por razones obvias aún desconocemos lo que nos quieren decir realmente. Quizá algún día se pueda demostrar si todo conecta con lo sexual, como decía Freud (hoy reencarnado en un tal Jose Luis) o si nos dirigen y ayudan desde otra dimensión.
Como he dicho en otra ocasión, yo, en sueños, soy normoyente.

Trabajando:
A veces el trabajo nos absorve tanto que perdemos la referencia espacio-tiempo que muchas veces termina en la misma frase: "ya son las sieteeeee?".
Eso si hay trabajo, sino, se convierte en un aburrido: "joer, todavía las cinco"

Con la tele puesta:
Hay muchas familias que se niegan a tener tele. Aunque en la mayoría de hogares, la conversación parental se pierde entre películas, series, telediarios y corazones variados.
En el caso de los realities como Gran Hermano, la "abducción" es diferente por edades.
El/la adolescente sueña algún día con estar dentro de la casa, para después hacer bolos por las discos de moda, admirados por los presentes sin pasar por el "estudias o trabajas".
Los padres de adolescentes sienten vergüenza ajena y rezan para que sus niños no aparezcan por los castings.

En el cine:
La pantalla grande a oscuras te envuelve hasta hacer desaparecer por una horas tus problemas con hacienda o el qué me pongo para la próxima boda.
Si la película es de acción, te sumerges en la valentía del personaje, olvidando que no has matado una mosca en tu vida.
Si la película es romántica, te sumerges en la piel del mejor amante del mundo entre alguna belleza exótica.
Si la película es Titanic, te sumerges.

En un libro:
El mundo cambia a tu alrededor cuando te metes en una historia, recreada a tu gusto bajo la batuta del autor. De vez en cuando vuelves a la realidad cuando tu pareja te toca el hombro para soltar un "cenamos?", a lo que tú reaccionas lentamente como si acabaras de despertar de una larga siesta, haciéndote las preguntas típicas de ¿quién soy?¿dónde estoy?.

Yo estos días no me he movido de Barcelona, dentro de las lineas tejidas por Zafón, en unos años difíciles de la primera mitad de siglo. Anoche acabé la novela, como me prometí, y esta mañana he tenido que despertar al siglo XXI, pasando, sin cambiar mucho la ruta habitual, por delante del Palacete Aldaya, hoy consultoría, y aún creyendo adivinar a "Pene" debajo de la luz encendida de la ventana.

Penélope Aldaya, por supuesto