Día 247. Tú lelaja

Uno de los episodios más graciosos de mi periplo por el mundo de las terapias naturales que empecé a describir ayer fue el de la acupuntura y el simpático Chan (no recuerdo el resto del nombre, of course).

Me recomendaron que probara porque a una conocida le había aliviado los dolores de espalda.

Cuando llegué a la consulta de la calle Rocafort (el de los quesos), me encontré una mini clínica con 5 boxes y una familia compuesta por Chan (juro que era clavao a su hermano Jackie), su mujer y su hija, la única que hablaba un poco castellano. La madre chapurreaba a su manera y Chan, un desastre.

Les comenté el problema que tenía de neurofibromatosis (tuve que escribirlo y ellos buscarlo en un diccionario) y si era posible hacer algo, o al menos intentarlo.
Chan dijo: “cualenta pol siento, bien”, aludiendo a que tenía un 40% de posibilidades de éxito. Le creí, por la energía que ponía en el convencimiento, el típico nervio de los orientales.

Así que empecé a ir tres veces por semana el primer mes y luego aminoré, hasta las 30 consultas, más o menos.

Recuerdo la primera vez que estuvieron los tres clavándome banderillas. No sé si por nervios o porqué pero empecé a tiritar como un senegales en el polo norte, a lo que Chan aclaraba: “tú lelaja, tú muy miedo, lelaja”.

El “lelaja” lo soltaba a menudo, en esos boxes se oía todo. Otra coletilla era “dolmí ocho ola” (juro que transcribo las frases), porque insistía en que era fundamental respetar al menos 8 horas de sueño, cosa que, a juzgar por los bostezos que se pegaba poniendo agujas, él no respetaba, a lo que un día le solté un “tú no ocho olas, eh?”.

Al parecer era un verdadero artista de curar dolores de espalda, aunque los métodos que usaba (por los gritos que pegaban en los boxes de al lado) parecían bastante dolorosos, y a él le daba igual, seguía a su ritmo y con sus "lelajas"

Al final no conseguí nada, parece que fui del 60% de los fracasaos, pero me quedó un simpático recuerdo de Chan.

El más gracioso fue un día que le dije que me dolía la espalda a la altura de los lumbares. Había acabado con la sesión de acupuntura y estaba en gallumbos* todavía. Cogió una aguja y me la clavó en el bigote, como si fuera un piercing. Me puso de pie y me hizo apoyar los puños cerrados en la camilla, y que moviera la cintura como si tuviera un hulahop moviéndose en ella.

Y allí me tienes en gallumbos, con el piercing encima del labio y meneando el culito como Deuce Bigalow en la película Gigoló.
Patético, pero graciosísimo, sobre todo al contarlo.

Eso sí, el dolor de lumbares desapareció. Tuxuru**

* gallumbo: calzoncillo
** Tuxuru=T'ho juro=Te lo juro