La segunda
Antonia, mi madre, llevaba un par de años intentando librarse de la segunda operación, pero, a la pérdida de equilibrio ya se iba sumando una prácticamente nula audición, síntoma de que el tumor que le quedaba seguía creciendo, por lo que había que entrar en quirófano lo antes posible.
La operación larga, como la primera. Y de esta salió peor (que ya es decir) que la primera: sordera total, descuelgue facial (que se sumaba al anterior), movilidad muy, muy limitada, incapacidad para masticar (comida liquida el resto de su vida).
A pesar de nuestros intentos por ponerle ayuda en casa era casi imposible para todos mantener una vida normal. Por lo que al final, muy a pesar nuestro, la tuvimos que trasladar a una residencia.
Ahora sigue allí y vamos a menudo a visitarla para que se sienta como en su casa, cosa difícil. A pesar de ello, de todo lo que lleva encima y de estar quedándose ciega, conserva intacto el sentido del humor (de la familia) como antes de las dos operaciones.
La prueba
Nuestra maldita prueba de genética se retrasó tres años más de lo normal (5 en total) por un problema burocrático (se perdieron papeles, cosa extraña en este país).
Cuando llegaron el resultado fue que mi hermana estaba limpia y yo tenía el maldito cromosoma 22 alterado.
Definitivamente me decidí a hacerme una resonancia magnética y le llevé las pruebas al mismo cirujano que operó a mi madre las dos veces.
Al colocarla en la mesa de luz aparecieron los dos tumores de la NF2.
Fue uno de los peores instantes de mi vida.
El cirujano cogió el bolígrafo y la agenda y me dijo que había que operar enseguida, que cuando me parecía bien.
Respiré hondo y le dije:
No, me lo tengo que pensar.
Esa decisión cambió mi futuro.
(to be continued)
lunes, 20 de abril de 2009
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Que fuerte no???? De la noche a la mañana te canvia la vida.
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