Día 434. Despedidas

Soy un hombre de vida tranquila. Me gusta saber que todo está bajo control y que la rutina sigue su camino recto.

Por la mañana lo primero que hago es abrir la puerta de la habitación de mi hijo y ver que está allí me produce una gran satisfacción, que sé que ya no durará muchos años, porque nada es eterno.

En la agencia estamos de cambios. Por fortuna en estos tiempos de crisis, sólo consiste en un cambio de local que se producirá en pocos días, y en unos reajustes de plantilla, algunos de los cuales afectan a gente que considero amiga.

Estos últimos meses se está alterando demasiado (para mí) mi día a día, lo que me altera los biorritmos. Y eso lo noto, incluso en el oír.

Este mediodía necesitaba desenchufar el tiovivo de mi cabeza, que dejara de dar vueltas y parar la música de fondo.

Me he ido al parque de mis lecturas, aunque no hacía sol, pero necesitaba estar con él en esta última semana que lo visito.

Estaba triste, sin niños, sin lectores dormilones que, como yo, llenan los bancos cuando hace solete.

Y me ha contagiado, y ha empezado el runrun de mi cabezón.

Estaba dándole vueltas a cómo echo de menos oír, cuando el DingDong (Ramalá) de las campanas de la iglesia ha parecido decirme "¿que no nos oyes, imbécil?".

Y he dejado de darle vueltas, por aquello de que un campanazo puede doler más que un sartenazo.

He dejado de pensar en lo que ya no puedo hacer, y me he puesto a darle vueltas a lo que todavía puedo hacer. Y me ha sorprendido ver que la balanza pesa mucho más de este lado.

Porque lamentarnos de lo que no podemos es una tontería, y más cuando sí que podemos, aunque de otra forma.

Nadie sabría describir qué es "una persona normal", pero estoy seguro que entramos perfectamente dentro de esos términos.

Somos capaces de divertirnos, de emocionarnos, de reír, de llorar, de comunicarnos, de sentir, de participar, de reunirnos, de ganar, de enamorarnos, de perder, de vivir, de luchar... como cualquier otro.

Espero que sólo la falta de tiempo nos impida hacerlo todo.

Con cariño, para Aida...podrás oírnos.