Día 301. Peponio Flato

Comienzo el viaje bajo la ligera influencia etílica de unos vinos de Portugal con los que un compañero de trabajo ha hecho una pequeña degustación gastronómica de su tierra antes de marcharnos a comer.
Al llegar a la calle me cruzo con un viajero de movimientos apurados, como buscando un número determinado de la calle Aragó. Tras cruzarme con él, noto que le cuelga un artilugio del orejo, similar al mío. Siendo la primera vez que me encuentro con un personaje de tales características por la calle, doy marcha atrás y le golpeo la espalda, señalándome mi aparato, quiero decir mi emepesiete. El hombre en cuestión me dice que lo suyo no es un audífono, sino una cosa llamada implante coclear, ante lo cual, exagero el gesto y giro un poco más mi cabeza, argumentando que lo mío también. De su reacción deduzco que tiene prisa, a lo que yo, tal vez influenciado por el vino portugués, le insisto en la conversación, preguntando si hace mucho que lo tiene, a lo que me contesta, en un acento yo diría que extranjero, que tres años, levantando el pulgar, lo que interpreto que muy bien, pero que le están esperando. Yo insisto muy pesado que donde le han operado. Me dice que en Can Ruti y yo me reitero en que también, a lo que vuelve a levantar el pulgar claramente para decir que ya se va.
Continúo hacia mi destino, encontrándome el primer clip del día y disponiéndome a hacerle la foto de rigor. Apuro el zoom para evitar el gesto de agacharme, ya que queda muy raro delante de tanto transeúnte. Sigo por la acera hasta Paseo de Gràcia donde muchos viajeros de aspecto oriental hacen fotografías a la Casa Batlló y a la que está contigua, popularmente denominada “ladealao”.
Al entrar al almacén y destino de mi viaje, pregunto en información dónde podría encontrar chapas metálicas redondas del tamaño de una moneda. Creo que la descripción es bastante detallada. Me manda a las planchas metálicas dirigiéndome dubitativo. Pregunto a un operario que, naturalmente, me dice que allí sólo tienen planchas grandes, que suba a ferretería. Después de seis plantas de escaleras mecánicas pregunto a una señora de gesto desagradable dónde puedo encontrar chapas metálicas del tamaño de una moneda, como una arandela. La señora sólo escucha lo de “metálica” y desoye el resto, con lo cual me manda a la primera planta de la cual procedo tras lo que rebautizo a la señora de nombre desconocido como señora Sorda De Mierr.
Al salir del gran almacén me sacudo de mi mal humor haciendo una foto a la Casa Batlló y Ladealao, junto a los orientales, para no desentonar.

Ver tantos ojos adormilados me ha despertado el hambre japonés, que sacio en un restaurante cercano, tras lo que emprendo el camino de vuelta, encontrando otro clip, que no es el mismo, puesto que voy por la acera contraria.

Y dirás: Joer que raro hablas hoy
Y diré: Peraaaaaaaaaa que te explico

Es que estoy influenciao por mi nueva lectura, El asombroso viaje de Pomponio Flato, un regalo de mi querido comentaka JoseLuis, y que me tiene enganchao. Mendoza esta vez utiliza un lenguaje especial que se me hace divertido a la par que contagioso, y que salvando las distancias, OF course, he querido imitar en este newpost, de narrativa larga, presente de indicativo y golpes de gracia (Paseo de) que espero que te haya gustado. Y si no, no me lo digas.

Hoy he dejao a Pomponio a punto de darle dos cachetes al niño Jesús.

Como no cambie la cosa, tendremos que adelantar la Semana Santa.