Día 441. El cajero automático

Empieza la Semana Santa, y la última semana en la agencia de Aragó, ya que nos trasladamos. Llevamos ya unos cuantos días rodeados de cajas de cartón, con el sonido desagradable de los raaaaassss de la cinta adhesiva cerrándolas con una cadencia que ya se me antoja automática.

Han sido casi 10 años de mi vida viendo por la ventana el Mercat de la Concepció, diez años de recuerdos, de compañeros que se fueron, de nuevos que entraron. Yo creo que si no se acerca a la centena, por ahí andará.

Muchas caras, aunque para contar los amigos me sobran dedos, porque un amigo es diferente a un compañero de trabajo.

Muchas vivencias, buenas y malas.

Me dejo aquí el día que de vuelta del médico le dije a mi jefe, entonces socio, que me habían encontrado una enfermedad y me tenían que operar.
Aún recuerdo dónde se lo dije y cómo, son cosas difíciles de olvidar.

Me dejo noches enteras de trabajo y de convencer a mis compañeros que no podíamos irnos a casa. Algo habitual de las agencias de publicidad y lo más difícil que he tenido que hacer aquí.

Me dejo mi experiencia de 7 años como jefe, no muy agradable, no sirvo para eso. Me volví un jilipollas con "jota" y con "g", creyendo que organizar a 3 personas de mi anterior empresita era lo mismo que llevar a 10. Una mierrrr.

Me dejo mi renuncia como tal para sentarme donde antes tenía un empleado. Un gesto poco habitual que se entendió con el tiempo. Necesitaba echar el freno de mano a mi vida.

Me dejo uno de los días que me sentí más querido, la despedida de mis compañeros antes de la segunda operación, con una comida sorpresa en el Caliu de mi buen amigo Jordi y el divertido cómic que me firmaron entre todos.

Me dejo un barrio entero, peinado día a día.

Nos espera uno nuevo, una nueva etapa de cambios profesionales.

Hasta siempre, Aragó