Día 430. Arroz rogando y con arroces dando

La Neurofibromatosis tiene la divertida manía de hacer crecer tumores (además de los dos cercanos a los oídos y causa de mi sordera en su extirpación, por si acabas de aterrizar de Marte) cerquita de la columna.

Hacía tiempo que no me sacaban un TAC para controlarlos. La última vez eran como granitos de arroz en su mayoría, con alguno del tamaño de un garbanzo.

Lleva una semana sufriendo casi en silencio (como el hemoal) por el comentario de mi neuróloga la semana pasada de que parecía que la paella se estaba convirtiendo en cocido, a la espera de tener hoy el informe.

Esta mañana me confirmó que estaba todo controlado, que aunque seguían creciendo, lo hacen a más bajo ritmo que Marichalar trabajando, excepto uno que, aunque está más crecidito rozando la pubertad, es superficial (como yo).

Para celebrarlo conmigo mismo (o autocelebrarlo) y de paso mantener mi nivel de engullimiento de arroz de los jueves, me he ido al japo habitual, en compañía de mi amigo Edu (Mendoza) y su Tocador de Señoras.

Me he metido entre pecho y espalda unos sushis, sin makis, o sea arroz y pescado crudo, con el consiguiente riesgo de anisakis (wkp2: enfermedad que deja la sangre transparente con sabor a licor dulce), porque en esta vida hay que ser valiente, qué cjns !.

Además de un bol de arroz tres delicias (también llamado "tles delisias") y porque no había arroz con leche de postre, si no también me lo zampo.

El boom final es que hubieran puesto en el hilo musical aRroz Stewart (el de "Du yu zin aim sexi?", pregunto) o a DianA Rroz (la de "ai güil surbai", bueno no es esa, pero alguna vez la cantará, ¿no?), y si lo han hecho no me he enterao.

Eso sí, al ir a pagar en caja, delante mío estaba Rroza Regàs, prestigiosa escritora (y presidenta de la biblioteca nacional, entre otros cargos)  que me he cruzado más veces por el barrio. He estado a punto de decirle que yo también era del gremio y que ella tampoco lo hacía mal, pero me he cortao.

Ahora sólo falta que para acabar el día, y como el título del libro de Mendoza, mi querida Lucía me permita Rrozamiento.