Día 339. For Fiesta

Antes de redactar el típico jueves de paella y en vista de que os gusta que os cuente mis andanzas, procedo a resumir la cena de navidad empresarial que tuvo a bien acontecer anoche mismo, dios mediante.

Eso dicho en fino.

En pepeñes sería: ¿qué? ¿sus tengo que contar la cena de anoche, no? Mira que sois chafardericos, ¿eh?

Venga va, procedo. Total, estoy deseando.

El cotillón (ya se que no era de fin de año, pero es que somos muy cotillas, coñe) tuvo lugar en un moderno restaurante italiano pijo-clandestino, que están de moda poraki. Consiste básicamente en no poner letrero en la puerta, de aspecto industrial, remendar una vieja nave, con poca luz y servirlo todo de manera original, para justificar el precio, que naturalmente paga la empresa.

De entrantes, unos bastoncillos plantados en una macetilla de semillas de sésamo, como si fuera una planta rara, y que rebautizamos con el nombre de “sekome?”.

También unas pizzas de masa muy fina, de las cuales destacar la segunda, de bonito en láminas finas, las cuales, al salir del horno, se retorcían moviéndose como si estuvieran vivas. Las rebautizamos como “tambiensekome?” y la podéis ver en este curioso video que grabé.

Luego un platito de espaguetis y de segundo (quinto) carne a la brasa con setas, servidas en un plato de pizarra, que queda muy bonito en la mesa pero es una putada inmensa para los camareros, que no aciertan a recogerlo porque no pueden meter los dedos por debajo.

Aquí, con las botellas de vino acabadas, y la guerra de bolitas de miga de pan empezada, procedimos al amigo invisible, que este año era una especie de tómbola: tú dejas al entrar el regalo temático (este año el tema era “agua”), luego se reparten números para establecer el orden de recogida, con la “gracia” de que si no te gusta puedes robarle el regalo al anterior, que se jode o se lo roba también al anterior.

Se preveían hondonadas de hostias pero al final fueron pocos los hurtos.

Los regalos, de lo más diverso: Un par de peceras (putada), unas cuantas pistolas de agua, cámaras de idem, una tapa de báter y otras burradas.

A mí me toco un molde de cubitos “gin & titonic” que parece pepeñés pero es real como la vida misma.


Y después, la tradicional cantada de villancicos de los novatos, que consiste en que los que han entrado a la empresa este año tienen que ponerse de acuerdo para cantar y hacernos cantar algún villancico, comiéndose el miedo al ridículo como postre, aunque también hubo pastelito.

Y yastá, a la puta calle. Mucho diseñito, pero poca charanga. Yo que ya me veía bailando la conga, naturalmente, detrás de alguna moza casaderaCLOOOOOONCvale.

Y dirás: ¿Y de la logopeda y la paella?
Y diré: pues haz copiar-pegar con otro jueves, que es más de lo mismo y la cena empresarial tenía más aliciente.

Y menos fiesta.