Día 139. Una mala experiencia

Ocurrió ayer sábado
Son las 20:45 y el Condis de enfrente de casa está a punto de cerrar. Llego justo para pillar unas cervezas y unos donuts blancos.
Me pongo en la cola contento de que por fin tuvieran Moritz Sin Alcohol.
Delante una chica de unos 35-40 con una niña pequeñita de unos dos añitos, con una adolescente de unos 15-16 con un perrito y una chica minusválida de unos 20, haciendo la compra conjunta, con lo que deduzco que comparten techo.
En la cola se le cae a la chica mayor unos palitos que habían abierto antes de pagar y los deja tirados en el suelo, pasando la silla de ruedas de la otra por delante, como una metáfora del desorden en su vida.
Mientras pasa la compra por la caja, pierde de vista a la pequeña, que se ha ido detrás del perrito hacia la calle.
De repente todos miran hacia la puerta. Se supone que ha habido un golpe o grito o algo que yo no he percibido.
La pequeña ha caído los dos escalones de la entrada y se ha golpeado en la frente. Su madre la ha cogido en brazos y la pequeña no se mueve. Los nervios se apoderan de todos los que estamos allí temiéndonos lo peor. Me cuento entre ellos. Las piernas me tiemblan y el corazón se me acelera incluso mientras lo describo.
La imagen de la madre intentando poner de pie a la pequeña totalmente inconsciente como si fuera un pelele sin fuerza todavía la tengo en la retina. El encargado del Condis corre, supongo que para llamar a una ambulancia. Yo dejo la compra en la cinta y salgo a ver si puedo hacer algo, aunque en ese momento el susto poca sangre dejaba en mi cabeza.
La madre pone a la pequeña en el suelo, boca arriba y le pone, con una frialdad que admiro la mano en el pechito. Parece acostumbrada a la dureza de la vida, ni una lágrima.
En ese momento la pequeña abre los ojos y la mamá la coge en brazos. Me quedo un rato viendo ese abrazo maternal y el despertar de la niña.
Y me encuentro, todavía con el susto en el cuerpo, desincronizado del resto de la humanidad que ya ha pasado a su ritmo normal de vida, mientras dos personas ya se me han colado en la caja y el encargado está cerrando la persiana.

Evidentemente no escuché el "ya está, no ha pasado nada" tranquilizador de la madre.